Es una novela de amor hacia la libertad, la dignidad, la serenidad, la amistad, la memoria e imaginación de la naturaleza humana. Es una novela feminista porque se cuestiona si la inteligencia artificial y las redes sociales favorece el acoso hacia las mujeres y si el patriarcado se consolida con las nuevas tecnologías.
Surge como una reacción literaria ante el fenómeno de la pérdida de la libertad ocasionada por la hipervigilancia y control digital, de percibir en la cotidianidad social y de una manera cada vez más generalizada, los síntomas de la perdida de libertad: el aceleramiento de la ansiedad, de la depresión, la desconfianza, la soledad y el narcisismo hiperindividualista.
Nos enfrentamos, tal vez como nunca antes, a la mayor crisis de salud emocional y mental de la historia. La presencia simultánea de amenazas y tristezas. Siempre ha habido tristes, pero nunca había habido tantos tristes al mismo tiempo y, sobre todo, que los tristes estuvieran informados de la tristeza de los demás. La depresión como exacerbación patológica de la percepción de carencia de la realidad y falta de apetito de futuro.
La novela plantea la opción de padecer o resistir. Padecer el sometimiento inconsciente a los excesos de la utilización de la tecnología imparable que mermen nuestra libertad o de tomar conciencia y resistir, defender nuestro derecho a conservar la libertad de nuestras emociones, decisiones, conductas y expectativas, de nuestra memoria e imaginación.
Explora los conflictos, contrastes, contradicciones humanas culturales que pueden representar a sectores diversos de la humanidad. Explora lenguajes nuevos y crea códigos de pensamiento crítico que no es complaciente, intenta provocar, inquietar esta visión crítica de la realidad con la que se vive.
A partir de este contexto de luces y sombras de la vida hipermoderna, el diseño de la novela surgió del planteamiento de las preguntas básicas sobre la época que vivimos, la hipermodernidad, de sus ventajas y desventajas. La posibilidad de conversar con uno mismo y con los demás sobre las preguntas básicas que plantea la novela.
¿En qué época vivo?
¿En qué se distingue de las anteriores y de las futuras? ¿Qué coyunturas nos está tocando enfrentar con el imparable desarrollo de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, las redes sociales, variables que no existían en ninguna etapa anterior?
¿Cómo estas situaciones han tenido impacto en prácticamente todas las actividades humanas y están afectando nuestros recuerdos, nuestra imaginación, nuestras emociones, rituales (como señas de identidad) , deseos, símbolos, decisiones y conductas, nuestra energía y vitalidad como ser humano? Arquitecturas temporales que estabilizan la vida.
¿Qué propicia la aceleración digital? ¿Libertad, comunicación, respeto, empatía, solidaridad en mi familia, en la comunidad donde vivo o, por el contrario, ahonda la fragmentación, la indiferencia, el hiperindividualismo, la ansiedad y la depresión?
¿Vivimos, con la era digital, la etapa de la realidad post factual por encima de la verdad?
Todo es volátil sin consistencia. Lo falso y lo verdadero se nivelan, ya no se distinguen, la información circula sin referencia alguna. Ya no se valora lo verdadero de los hechos sino el efecto a corto plazo de la información. La eficacia ha sustituido a la realidad. Los afectos y las emociones dominan la comunicación.
Vivimos el vértigo que devora el tiempo cuando tiempo es lo que se necesita para estabilizar la vida. Tenemos información sin conocimiento, viajamos sin ganar experiencia, nos comunicamos sin formar comunidad, almacenamos datos sin recuerdos, tenemos miles de seguidores o amigos digitales sin contactar al otro.
Aquello que nos facilita la vida, nos hipervigila y controla. Nos mantiene en la infoesfera como decía Ben Flusser. Hoy, al otro no se le llama para hablar se le manda un mensaje porque escribir nos expone menos y así el otro, como sonido de su voz, desaparece. El smartphone es un informante muy eficiente que vigila a su usuario permanentemente. Nos controla y programa. Nosotros no utilizamos al smartphone, es el smartphone el que nos utiliza a nosotros y plataformas como Facebook o Google son los nuevos señores feudales. Labramos sus tierras produciendo, para ellos, datos valiosos y vendibles.
¿Hasta dónde llega nuestra libertad para entrar y salir del contacto con la tecnología? ¿Se me induce a estar frente y postrado a alguna pantalla 15 horas al día? ¿Hasta dónde se puede resistir o vacunarnos frente al algoritmo y la hipervigilancia digital?
¿Hasta dónde conservaremos nuestra libertad para insertarnos tecnología en nuestros cuerpos para mejorar nuestro desempeño físico, mental? ¿Esto sólo lo podemos hacer con la tecnología? ¿En verdad lo necesitamos? ¿Nos aceptamos como somos con nuestras limitaciones?
Y si decidiéramos no insertarnos tecnología para mejorar nuestros cuerpos y mentes ¿Hasta dónde aumentaría nuestra tolerancia o no hacia el otro mejorado por la programación genética o la inserción de tecnología?
¿El otro, el mejorado tecnológicamente, tendría, a su vez, tolerancia respecto de nuestras evidentes limitaciones? ¿Se propicia la solidaridad y la cooperación o todo lo contrario?
Y la pregunta central sería, parafraseando a Shoshana Zuboff, ¿Estamos viviendo una época de capitalismo neoliberal de vigilancia y manipulación emocional para dirigir nuestras decisiones de consumo, de interacción social, de información y de voto? ¿Estamos en la antesala de un totalitarismo digital donde quien posea el control de los datos conocerá, no sólo nuestras conductas sino también nuestros pensamientos y emociones?
La lógica económica basada en extraer datos en secreto, apropiárselos y venderlos no puede sobrevivir sin lo digital, pero es muy fácil imaginar la tecnología digital sin capitalismo de vigilancia. “Hay una gran diferencia entre lo que ellos saben de nosotros y lo que nosotros sabemos de ellos”. El algoritmo es el amo en la esclavitud hipermoderna.
Alrededor de estos temas construí una trama, subtramas, personajes principales y secundarios en donde se desarrollan, en el marco de una narración de un thriller psicológico, tres ejes principales: primero, la posibilidad de la pérdida de la libertad por el uso dirigido de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y las redes sociales hacia el control y vigilancia digital de la sociedad; segundo, los síntomas psicológicos y sociológicos que se derivan de esta pérdida de libertad como son el narcisismo individualista, la ansiedad, la desconfianza y la depresión colectivas, y tercero, los profundos riesgos individuales y sociales de la desatención de estos síntomas como son la disminución o pérdida del sentido de identidad, de pertenencia, y de una visión de futuro que incluya empatía, solidaridad y disposición de cooperación que nos precipiten a la fragmentación individual y social y a la prevalencia de lenguajes de encono, ira, odio, discriminación para despeñarnos en el padecimiento de realidades de abuso y violencia.
CITAS
“¡Hoy decides enfrentarlo, perderle el miedo, mirarlo fijamente a los ojos! Tu estómago revolotea, la boca se te seca, respiras hondo y exhalas de golpe, sientes cómo el aire hace vibrar tus labios. Has querido huir, correr hacia algún lado, perderte de su vista y encontrar tu libertad en el olvido. Es imposible. ¡Te conoce mejor que tú misma, Li Berté! Sin que te dieras cuenta, Damián Narcís ha manipulado tus emociones, comprendido tus pensamientos, predicho tus decisiones.”
“En el fondo te gusta sentirte independiente, autónoma en tus decisiones, sin tener que darle cuentas a nadie. En síntesis, te sabes mujer soberana. No crees necesitar apoyos, aunque te descubres frágil cuando estás sola y entonces fluctúas y rectificas. Ahora, el enojo y la impotencia te sacan de tu centro y cruje dentro de tí la grieta del dolor en el camino.”
“Desconoce la mejor manera de reaccionar a tus gritos de rebeldía: crueles latigazos de independencia y sed de identidad propia. Se topa de frente con tu inaccesible parte emocional; ese espacio nuevo y privado de tus propias batallas interiores, incluyendo la falta de imagen paterna. Cruza el desierto de la maternidad solitaria, sin perdón ni olvido hacia su marido ausente.”
“Un dolor repentino en su estómago, parecido a un puñetazo inesperado, hace que volteé su cara, levante la vista y alcance a ver cómo lo miras partir, confundido y ansioso. Ves que suda, sus piernas le tiemblan y un par de lágrimas, solitarias igual que él, son su único consuelo; le brotan con irreverencia en los ojos, nublan su vista y salan su aliento. Sin poder sostenerte la mirada baja la cabeza, cruza la puerta y, sin decirte ni una sola palabra, empieza a caminar con lentitud hacia su incierto destino.”
“No pudiste evitar ver sus brazos fuertes y su espalda ancha. Te avasalla la energía que transpira, un magnetismo en su personalidad diferente a lo que has experimentado antes, no lo puedes definir. Recuerdas que te miró con seguridad, casi sin parpadear durante la entrevista y que su mano grande apretó la tuya con firmeza, te trasmitió una delicada confianza.”
“Muestras indiferencia para restarle confianza. Tu objetivo es que dude, quitarle cualquier certeza, desnudar sus pensamientos para controlarla mejor y confirmar que le atraes. Comunicas que eres el jefe y que te tendrá que obedecer, es lo que necesita tu ego: saberte deseado, reconocido, respetado. Así es como sobrevives.”
“Se te ha vuelto adictivo la conquista de la mujer por la adrenalina que destilas cuando lo logras. Te excitas, tus pupilas se dilatan, piensas con más lucidez, la sangre fluye por tus venas; tienes energía, fuerza, euforia, sonríes. Aprovechas cualquier ocasión, así sea la más mínima, en el lugar más inoportuno: quieres más, cada vez más.”
“Por supuesto, te has encontrado mujeres más resistentes a tu estrategia de seducción. No te preocupa, dispones de un protocolo especial: encanto, conquista, distanciamiento y cuando más crean estar liberadas de tu presencia, te apareces una y otra vez en sus vidas hasta seducirlas. Logras, en una vertiente del síndrome de Estocolmo: transformarlas en cómplices de su conquistador para que expresen su rendición incondicional, instante que se convierte en preámbulo de tu inevitable despedida.”
“Los pensamientos que se entrometen entran y se van solos con el flujo de tu respiración. Tus pies rozan las piedras por donde caminas, las posibilidades de tus sentidos se expanden y la oscuridad va abandonando el cielo al recibir con lentitud los primeros rayos de luz. Escuchas el silencio, las ramas de los árboles se estiran buscando el viento, algún pájaro planea con sus alas y el sol se abre paso entre las nubes pintándolas de tenues colores. Te detienes, respiras hondo, disfrutas lo que ves, escuchas, hueles.”
“―Quizás, pero antes la esperanza era algo natural, una parte de nosotros: nuestra compañera de viaje. No pensábamos en ella porque estaba ahí, dispuesta para cuidarnos de los temores. Hoy es al revés. Los miedos son los que permanecen y la esperanza se ha ido yendo poco a poco por esa ventana y, en mi caso, no volverá jamás ― señala con su mano hacia los ventanales de la sala que dan a la calle en donde se ven unas nubes blancas a lo lejos.”
“Esa mujer fuerte, dura, libre y soberana que sobrevivió a la carencia y te enseñó firmemente el sentido de la libertad, ahora con humildad y en medio de su depresión, te suplica tan sólo unos minutos de ternura y certeza como una hija pequeña lo haría con su madre. Te das cuenta de que la abrazas de la misma manera que ella lo hacía contigo cuando eras niña. Le cantas una canción y lees en voz alta un par de páginas de un libro de cuentos. Toma, sin su voluntad, frágil e indefensa, la ruta inversa para el encuentro. Ahora te toca a ti estar paciente a su lado, sin más recurso que tu gratitud e intuición, para convertirte, carente de alternativa, término o condición, en su nueva y vitalicia madre.”
“Te acostumbraste a ser testigo de sus viajes secretos, llenos de misterio y a ver su rostro colmado de serenidad. Al cabo de los años, dejaste de intentar despertarlo, hacerlo volver y con la mirada le pedías que te invitara a ese mundo de sueños y fantasía, de eternidad anticipada, de pequeña muerte.”
“La loza de la culpa aplasta tu espalda desnuda. Sin defensa ni posibilidad de evasión, prisionero de tus miedos y de la inútil fantasía de que el control total es posible, te encuentras solo frente a ti mismo en otro amargo parteaguas de tu vida. La realidad bifurca tus caminos.”
“Sientes un latigazo en tu cabeza. Te das cuenta dónde estás parado. El tono que tu jefe empleó en la conversación hizo que se desmoronaran tus expectativas como un montón de piedras sobrepuestas sopladas por el viento. Te hundes en medio del tránsito entre la vanidad del ego y el de la dignidad de la persona. Es un sendero que no habías recorrido.”
“Les agradezco que entiendan que sólo quiero estar en otro lugar que no sea la vida que vivo con este vértigo, con esta indiferencia, con esta irrelevancia. Mi gran dolor está cambiando de piel. Le he perdido el miedo a la muerte, creo que empiezo a vivir. Por fin, me leo, con libertad, en la novela de mi vida.”
“Algo sucedió dentro de ti. «Ya no le deseo el peor de los castigos, lo está teniendo. Se enfrenta a la mayor de las luchas, la de liberarse de sí mismo» piensas al descargar de tu espalda, la inútil loza del odio.”
“Camina despacio hacia ti sin dejar de captarte con los ojos. Te cobija con instantes de silencio liberado y con ternura acaricia tu mano y la sostiene con firmeza. No son necesarias las palabras, no hay algo que decir o escuchar cuando el vapor de la emoción surge con su contacto; no requieres de preguntas o respuestas, afirmaciones o incredulidades.”
“Perpleja, aceptas con la mirada resguardarte del ruido que aleja con barricadas y hace flotar el parloteo que aturde, la voz hueca de sentido, la frase que rasga. Estás adentro de la burbuja que se eleva del sonido; en el territorio que la palabra no puede conquistar y donde reina el silencio elocuente, ondulado, refrescante. Con la misma valentía con la que enfrentas el dolor por la muerte de tu madre y, arriesgando tu vida, defiendes la dignidad, decides compartirle, sin resistencia, el amoroso silencio que te aquieta y ofrece paz.”
“Estuviste, al igual que él, a punto de morir. No fue la confusa percepción que tenías de la muerte. Ese algo misterioso que un día se va a presentar para interrumpir el hilo de tu existencia y que no sabes cuándo ni por qué. En esta ocasión, sin verle el rostro, percibiste su presencia en tu cuerpo y, sobre todo, en tu espíritu. Estuvo ahí, cerca de ti rondando en tu espacio y, por ahora, decidió esperar mirándote a lo lejos y concederte un poco más de vida. Dejó sus pisadas marcadas en la arena de tu alma. Sabes que es impredecible y que podrá regresar sin avisarte. No lo puedes evitar.”
“Frente al hombre que amas, decides entregarle tu esperanza, lo único que puedes darle, con el goce supremo de no necesitar escudos o barricadas. No hay mañana, ni tendrás otra oportunidad. Abres tus brazos como las alas del águila antes de saltar al vacío para emprender el vuelo.”
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